La influencia de la tecnologia en las Bellas Artes
Sin arte tecnológico no se entendería nuestro siglo por lo que no podemos negar el valor artístico de la tecnología ni la influencia que ha ejercido sobre las artes tradicionales. Mientras que el tradicional es una gloriosa historia en declive el tecnológico es una realidad que cuenta con un público que ya no se conforma con las exposiciones de impresionistas o las que nos ofrecen los museos sobre figuras prestigiosas, sino que devora miles de posibilidades que surgen a su alrededor a diario. Su interés estético recae en el consumo masivo de arte producido en soporte tecnológico como la fotografía de las revistas, el cine más comercial, las series televisivas, el video-clip, las imágenes infográficas o la publicidad. A todo ello se le suma una cada vez mayor facilidad de ejecución. Es ahora cuando el arte tecnológico ha tomado el relevo popular.
En principio, esta evolución parece lógica pero si analizamos la relación entre el arte tecnológico y el tradicional, no podemos afirmar que estemos asistiendo a una enriquecedora pluralidad de formas de arte, sino más bien a la absorción de una forma en la otra ya que la tecnología le roba su sentido al arte tradicional que es más cultivado, filosófico y hermético en muchos casos para gran parte del público. Para hacerse notar en medio de esta maraña de imágenes tecnológicas, el arte tradicional recurre a dos trucos que a menudo coinciden: la colaboración con la tecnología y/o la provocación.
En este escenario el circuito artístico tradicional se mantiene de forma artificial y con inyección financiera de instituciones, facultades de bellas artes, concursos, becas o iniciativa privada, pues necesita al público para no abandonarse totalmente al autismo estético que le llevaría a su desaparición definitiva. Como tiene que sobrevivir a su agonía, decide jugar con las reglas marcadas por la tecnología, pasando a convertirse en un arte espectacular. Los artistas más inteligentes han decidido investigar la hibridación del arte artesanal tradicional con el tecnológico, ofreciendo extraños estilos y objetos, basados en procedimientos informáticos, el vídeo-arte o la instalación.
Estos espectaculares ‘artefactos’ estéticos, piezas únicas y singulares, se suelen presentar en convenciones artísticas de carácter vanguardista y están destinadas al público cultivado de las artes tradicionales, ansiosos por conocer la última y sublime novedad.
Luego están los artistas que aspiran a llegar al gran público por la vía rápida los que en principio parece no importarles las críticas de los entendidos; ellos han proclamado como legítimo el procedimiento de la provocación y buscan los temas más polémicos y escabrosos que interesan a la sociedad mediática (violencia, sexo, religión, muerte) para, mediante procedimientos tradicionales o semitecnológicos, provocar en el público reacciones viscerales de asco, ira o indignación. Un recurso de lo más fácil y al alcance de cualquiera. La cuestión en ambos casos, a veces difícil de distinguir, es obtener un impacto mediático en el reino de la imagen tecnológica, que les reporte fama o beneficio. Tienen muy poco interés y el poco valor estético reside en que nos deslumbra un momento pero nos aburren al instante. Si contrastamos esto con las honestas vanguardias históricas (impresionismo 1874, Neoimpresionismo 1884, Postimpresionismo 1910, Fauvismo 1905-1907, Cubismo 1907-1914, Expresionismo 1905-1913, Futurismo 1909/1914, Dadaísmo 1915-1922, Surrealismo 1924-1939, Suprematismo 1915/1919, Constructivismo 1913/1920, Neoplasticismo, Informalismo, Expresionismo abstracto americano, Arte Póvera, Nueva Abstracción Americana, Minimal Art, Arte Cinético, Pop Art, Hiperrealismo, Arte Conceptual, Happenings, Body Art o Land Art) vemos que se sirven de ellas para saquearlas.
Este modelo de arte espectacular que comenzó con el pop de Andy Warhol se ha servido de ciertas técnicas del arte conceptual pero vulgarizándolas. No podemos negar que este arte sea arte, incluso afirmo que es la única y verdadera vanguardia que ha surgido, pero es un arte criticable y rechazable. En el mundo del arte actual debemos ofrecer alternativas a figuras poco deseables como Jeff Koons o los ‘Young British Art’ que son un residuo del arte tecnológico que lo que hace es servirse de la tecnología para alargar la agonía de un arte moderno muerto. En este sentido todos, o al menos yo, hubiésemos deseado otras posibilidades como el cambio a otro estado de la experiencia estética que transformara la sociedad y el interior del hombre mismo. Estos perfiles responden a: son artistas de ideas y se necesitan artistas de estrategias.
Ya ha habido propuestas, entre místicas y revolucionarias de artistas visionarios que aunque sean supuestos ejemplos del fracaso del arte moderno no deben dejar de interesarnos. Casos como Joseph Beuys que desde un concepto político proclamó la teoría de que “cada hombre es un artista” y fundó el partido de los verdes alemanes o Jorge Oteiza que abandonó sus “cajas metafísicas” para proponer la construcción de un nuevo arte popular. Al menos, adoptan una actitud estético-vital comprometida desde un hombre artista frente a la posibilidad de la transformación de la percepción.
Actualizar todos nuestros recursos tradicionales, los tecnológicos y/o los monopolizados por el arte espectacular, sin olvidar la incidencia en el mundo de la palabra y del activismo cívico pero, sobre todo, mostrándolo con la práctica diaria del compromiso con el arte-vida y la honestidad. Quizás el arte total, la vieja aspiración de las vanguardias modernas, no lo hallaremos ni en la realidad virtual ni en el arte tecnológico o espectacular sino en el misterio arte-vida. Mientras llega, prefiero atender a la obra práctica y modesta y muchas veces oculta de artistas actuales que luchan en cada lugar del mundo por crear un nuevo paradigma estético en torno al arte y la vida.
Luis Romero
Fuente: Epistemowikia
arte y la vida.